¿Y si lo que nos genera sufrimiento no es sentir sino tratar de dejar de hacerlo?
Las emociones no deseadas (enojo, miedo, frustración) o que perturban nuestra paz, no suelen ser aceptadas; por el contrario, nos desgastamos enormemente tratando de combatirlas.
Aunque sentir puede ser doloroso, lo que nos genera verdadero sufrimiento es la lucha constante por reprimir nuestros sentimientos con pensamientos que nos ayuden a crear la ilusión de que no estamos sintiendo.
Sin embargo, lejos de desaparecer, las emociones «no sentidas» se van acumulando dentro de nosotros, provocando cada vez un desgaste mayor de energía: ansiedad, depresión, insomnio.
Cada una de estas emociones trae consigo un aprendizaje. Cuando las resistimos, rechazamos también la oportunidad de conocernos y avanzar. Nos quedamos anclados al pasado, proyectándolo en nuestro presente una y otra vez.
Sentir las emociones en el momento que se presentan, sin juzgarlas ni resistirlas, es permitirles cumplir su función. Es honrar la sabiduría que hay en nuestro interior, capaz de transformarlas y trascenderlas.
Soltar las anclas significa saber que podemos elegir la paz de nuevo y liberarnos del sufrimiento que supone para nuestro espíritu ir en contra de su naturaleza: crecer.
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