Piensa en ti como un emisor de frecuencias. Recibes señales, sí, pero solo en relación con aquello que emites. En otras palabras: todo lo que das, recibes.
La frecuencia que emites puede ser negativa o positiva. Es negativa cuando tiene que ver con quejas, rechazo, resistencia. Es positiva cuando se trata de agradecimiento, aceptación, compasión.
¿Por qué parece que entre más rechazamos algo más presente está? Porque la energía que empleamos en rechazarlo nos mantiene emitiendo su frecuencia. Desde esta perspectiva, es como si se lo estuviéramos pidiendo al universo.
El universo, espacio de infinitas posibilidades, no distingue entre una frecuencia positiva y una negativa; simplemente funciona como el eco que expande la señal que recibe del emisor. Dicho de otra forma: cuando pensamos en algo, de forma positiva o negativa por igual, contribuimos a hacerlo más grande.
El ser humano, que sí puede -debe- diferenciarlas, tiene la libertad de elegir el tipo de frecuencia que desea emitir (libre albedrío) o a qué entregarle su energía en forma de pensamientos, emociones y acciones.
Visto de esta manera, si luchar contra las situaciones que no deseamos las empodera; así también, enfocar nuestra energía en agradecer aquello que sí deseamos multiplicar en nuestra realidad, nos mantiene emitiendo su frecuencia positiva y, por tanto, recibiendo cada vez más de ella.
Este es un atento llamado a dejar de luchar, porque nuestra atención y energía son el único y más grande poder que tenemos; necesitamos aprender a usarlo para que las cosas que nos nutren y nos hacen sentir plenos sean las que tengan cada vez más presencia en nuestra experiencia de vida.
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