Aprender implica dejar entrar información nueva o actualizar nuestro sistema de pensamiento. Requiere un estado de receptividad, flexibilidad y apertura, e inevitablemente conduce al cambio.
Cuando hemos aprendido algo, nuestro cerebro lo realiza prácticamente de forma automática. Cuando queremos hacer diferente eso que hemos aprendido, apelamos a su plasticidad neuronal, es decir, su capacidad de adaptarse (indispensable para sobrevivir).
Por tanto, el cambio suele ir acompañado de incertidumbre, dudas e incomodidad, pero esas condiciones son también las necesarias para que nos cuestionemos si es que hay una mejor manera de hacer lo que hacemos, que guarde mayor congruencia con quienes somos en este momento y nos anime a crecer.
En palabras de Ramón Barrera: «Aprender es cambiar».
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